Ahora te miro, Utnapishtim,
y tu apariencia no es diferente a la mía; no hay nada extraño en tus rasgos. Pensé que debería encontrarte, como
un héroe preparado para la batalla,
pero estás aquí descansando sobre tu espalda.
Dime de verdad, ¿cómo fue que
llegaste a entrar en la Compañía de los dioses y a poseer la vida eterna? Utnapishtim le dijo a Gilgamesh: "Te
revelaré un misterio, te contaré un secreto de los dioses".
La epopeya
de Gilgamesh
Hace
algo más de 4.000 años un poema ya narraba las inquietudes que rondaban los pensamientos de nuestros
antepasados, unas preocupaciones y aspiraciones que nada tienen
que envidiar a las posturas
del presente.
Pero ¿qué
significa ser humano hoy? nuestra noción de ser humano está en constante evolución, se modifica y
readapta según los momentos y las situaciones, es más, se acerca peligrosamente hacia un debate
que nos lleva
a reflexionar sobre
lo que significa ser persona.
Los seres humanos
nos definimos en base a un contexto y es ahí donde el posthumanismo se trasmuta en ese concepto sombrilla que nos
atrapa, que conjuga corrientes filosóficas y culturales para trascender el paradigma de lo que se ha considerado humano, esto es,
hacernos tomar las riendas de nuestra
propia evolución para superar nuestras limitaciones y no poner barreras al proceso, ya sea en lo natural
o en lo seleccionado artificialmente para alcanzar
nuestra salvación.
Nos encontramos en
un momento en el que los conocimientos del mundo más que pensarse para “representar” objetivamente la realidad, se
producen para engendrar procesos
materiales de cambio, una especie de red rizomática donde la realidad no hace más que funcionar a varias
velocidades. Esto ha hecho que el
concepto que teníamos sobre la humanidad, de nuestra especie como una interioridad compleja, se
transformara hasta relacionarnos a modo de
individuos “somáticos”, seres cuya individualidad está basada en la carne y la existencia corporal
y donde las narrativas sobre la enfermedad o el sufrimiento se edulcoran para reconstruir
nuestra vida personal a través del actuar
sobre el cuerpo y así, echar un poco el freno al incremento de la presión social: ejercicio, vitaminas,
tatuajes, body piercing, fármacos, cirugía estética, trasplante de órgano; la existencia corporal y la vitalidad del
yo se ha convertido en el lugar
privilegiado de los experimentos con el yo.[2]
Igual
de lleno, Igual de grande I es un oasis, una isla de
resistencia a la que aferrarnos
cuando queremos llegar a buen puerto. Un tótem que conjuga un equívoco equilibrio de fuerzas mostradas
por medio de una belleza solitaria. Una
obra que es maestra en los enigmas y al igual que las islas, se muestra exacta en su exquisito equívoco: hacernos
creer que estaremos a salvo, que, sin duda, todo irá a mejor.
Los trabajos de M
Reme Silvestre parten de ideas o hechos concretos y se nutren de la complejidad de los procesos para así dejarse ir hacia
otros lados. El contexto y el momento
son parte esencial para la artista que busca generar una atmósfera inmersiva para cada una de sus piezas, otorgando a
los materiales una nueva escala de
lecturas. Al entender su trabajo como una labor
constante de descubrimiento, nos traslada como espectadores hacia ese espacio tenso y confuso donde las cosas
aparentan ser algo que en realidad no
son y nos brinda la oportunidad de cuestionarnos si esta estética que nos envuelve
es un reflejo cierto de positividad o un hábil trampantojo.
Esta ensoñación que
como un mantra nos repite debes de
cambiar tu vida no es
más que otro mito que estamos convirtiendo en realidad, una realidad que la artista enmascara bajo la metáfora de una nueva identidad humana en
la cual el metabolismo pasa a considerarse
sinónimo de existencia. Un retiro consciente
hacia una vida que se refugia en el cuerpo, en el ejercicio aplicado para vivir una vida en aras de crear un
universo posthumano, vivir siempre
o morir en el intento (cruel ironía a la que la generación millennial, que crecieron en lo utópico y viven en lo distópico,
están más que acostumbrados). Sociedad que
se asienta en este mundo post-factual donde parece que todo encaja, que todo fluye sin más para que nadie pretenda
la objetividad; un mundo en el que el
poder ya se ha ocupado de instaurar una “administración soft”, de apariencia casi lúdica de las existencias,
descubriendo un horizonte concebido como un parque temático
indefinidamente modulado a la singularidad de cada ser.[3]
El futuro
que llega nos habla de una nueva subjetividad híbrida
que garantiza su eficacia política
casi sin resistencias, un juego de entrelazamiento que cartografía de diferente forma las relaciones contemporáneas de saber
y poder. Un método que muestra las raíces
corporales del proceso de pensamiento mediante
la práctica de la política de la posición y la predisposición, con la aceptación gozosa de la instauración de un
“alisado social” que a escondidas gobierna
numerosas situaciones colectivas e individuales destinado a impedir en todo momento
la mínima fricción, un continuum
común indefinidamente liso.[4]
De modo que, como el
héroe del pasado, descansamos sobre nuestra espalda y nos dejamos caer encima de una tabla que continúa igual de
llena e igual de grande, tomamos
aire y dejamos sitio para las reconfiguraciones insaciables de deseos.
Ya sólo queda replantearnos qué significa existir como sujeto corpóreo, pensar
que somos parte de [el mundo] que intentamos entender,[5] atesorando, si es que podemos, los rastros sensoriales de nuestra
propia genealogía.
Hace algo más de 4.000 años un poema ya narraba las inquietudes que rondaban los pensamientos de nuestros antepasados, unas preocupaciones y aspiraciones que nada tienen que envidiar a las posturas del presente.
Los seres humanos nos definimos en base a un contexto y es ahí donde el posthumanismo se trasmuta en ese concepto sombrilla que nos atrapa, que conjuga corrientes filosóficas y culturales para trascender el paradigma de lo que se ha considerado humano, esto es, hacernos tomar las riendas de nuestra propia evolución para superar nuestras limitaciones y no poner barreras al proceso, ya sea en lo natural o en lo seleccionado artificialmente para alcanzar nuestra salvación.
[1] RICH, Adrienne.
1987: Apuntes para una política de la posición.
Sangre, pan y poesía: poesía
escogida 1979 – 1985. Barcelona: Icaria, pág. 205-22
[2] ROSE, Nikolas. 2007: The politics of Life Itself, biomedicine,
power and subjectivity in the Twenty-First
Century. Princenton University Press, pág. 26
[3] SADIN, Éric. 2017:La humanidad aumentada. Caja Negra, pág. 85
[4] SADIN,
Éric, op. cit., pág. 138
[5] BARAD, Karen. 2003: Posthumanist performativity: toward an
understanding of how matter comes to matter. Signs: Journal of women in culture and society. Vol. 28. Nº 3 pág. 801-831
BIBLIOGRAFÍA
BARAD, KAREN. 2003: Posthumanist performativity: toward an understanding of how matter comes to matter. Signs: Journal of women in culture and society. Vol. 28. Nº 3 pág. 801-831
CRESPO, MANUEL. 2018: Zoltan Istvan y el Partido Transhumanista.
Departamento de Sociología, Universidad de Puerto Rico.
MELA, MARC. 2019: ¿Un posthumanismo más humano?, En CCCBLAB dossier Posthumanismo(s). Consultado en línea en https://lab.cccb.org/es/un- posthumanismo-mas-humano/
RICH, ADRIENNE. 1987: Apuntes para una política de la posición. Sangre, pan y poesía: poesía escogida 1979 – 1985. Barcelona, Icaria.
ROSE, NIKOLAS. 2007: The politics of Life Itself, biomedicine, power and subjectivity in the Twenty-First Century. Princenton University Press
SADIN, ÉRIC. 2017:La humanidad aumentada, Caja Negra.
SLOTERDIJK, PETER. 2012: Has de cambiar tu vida: sobre antropotécnica. Valencia, Pre-Textos.